Título: Chocolate
Autor: Joanne Harris
Editor: Grijalbo Mondadori
Llegan a un pequeño pueblo, de cerca de doscientas almas, situado entre Toulouse y Burdeos, dos personas muy especiales, una madre y su hija pequeña, dos fugitivas de ningún sitio, almas errantes en pos de una felicidad que no se encuentra ni en París, ni en Nueva York, ni en Roma, ni en Viena ciudades recorridas en un aleteo.
Pero en Lasquenet-Sur-Tannes hay de todo en sus pocos habitantes, tiene un rió, y una panadería en venta, una calle principal y una iglesia, hay la gente de todos los pueblos pero... en este hay algo mágico, es el sitio donde han posado sus pies nuestros personajes, una mujer que ha vivido pero su alma es dulce como el chocolate, y Anouk, la hija con unos ojos del color de la tierra cuando se la mira de lejos.
Está la vieja panadería que van a comprar para instalar en ella el chocolate, el chocolate es su vida, hacen cosas maravillosas con el chocolate, miles de recetas que hacen que la boca se llene de agua, solo con leerlas.
En el pueblo se mueven personajes de las más variadas cataduras, hay tipos buenos, malos, míseros y admirables, míseros y ruines, grandes almas y pequeñas almitas que apenas se notan en el pueblo.
Hay personas con influjo en los demás, como la madre de Anouk, la protagonista, sus actos hacen que la gente buena, la buena gente se mire en ella, y su actitud, hacia a la vida se modifica, y el ambiente ruin y grotesco de ciertas gentes cambia y se ajusta a los patrones cálidos de su vida.
Hay libertad en su forma de vida, y en cada persona, ella ve, a través de los cristales de la tienda, los verdaderos motivos de la vida de las gentes del pueblo, y este mirar hace que cada uno vaya viendo su sitio en el pueblo, y sus actitudes cambian, los buenos hacia el bien los ruines hacia su inevitable ruina.
Es un libro dulce de leer, y dulce al saborear el carácter intimista de sus personajes, unas descripciones que nos permiten ver lo más recóndito del alma de cada uno y comprender como se interrelacionan entre sí para dar lugar a que penetremos en ese mundo a la vez dulce y amargo con las penas y las alegrías inocentes de sus gentes.
Bueno para una tarde de invierno, al calor de la lumbre, y a mano una
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